LA LÁMPARA EN LA TIERRA - AMOR AMÉRICA (1400)
Antes de la peluca y la casaca
fueron los ríos, ríos arteriales:
fueron las cordilleras, en cuya onda raída
el cóndor o la nieve parecían inmóviles:
fue la humedad y la espesura, el trueno
sin nombre todavía, las pampas planetarias.
El hombre tierra fue, vasija, párpado
del barro trémulo, forma de la arcilla,
fue cántaro caribe, piedra chibcha,
copa imperial o sílice araucana.
Tierno y sangriento fue, pero en la empuñadura
de su arma de cristal humedecido,
las iniciales de la tierra estaban escritas.
Nadie pudo recordarlas después: el viento
las olvidó, el idioma del agua
fue enterrado, las claves se perdieron
o se inundaron de silencio o sangre.
No se perdió la vida, hermanos pastorales.
Pero como una rosa salvaje
cayó una gota roja en la espesura
y se apagó una lámpara de tierra.
Yo estoy aquí para contar la historia.
Desde la paz del búfalo
hasta las azotadas arenas
de la tierra final, en las espumas
acumuladas de la luz antártica,
y por las madrigueras despeñadas
de la sombría paz venezolana,
te busqué, padre mío,
joven guerrero de tiniebla y cobre
oh tú, planta nupcial, cabellera indomable,
madre caimán, metálica paloma.
Yo, incásico del légamo,
toqué la piedra y dije:
Quién me espera? Y apreté la mano
sobre un puñado de cristal vacío.
Pero anduve entre flores zapotecas
y dulce era la luz como un venado,
y era la sombra como un párpado verde.
Tierra mía sin nombre, sin América,
estambre equinoccial, lanza de púrpura,
tu aroma me trepó por las raíces
hasta la copa que bebía, hasta la más delgada
palabra aún no nacida de mi boca.
"Estos Aparcoa le sacan sonido al aire, al humo, a la nieve, a la lluvia, a cuanto existe. Y al corazón del pueblo. Son así. Andan por los caminos, recogen los instrumentos verdaderos, meten los ojos, la nariz, la boca y los oídos en la fragancia natural de Chile, en sus rápidas alegrías, en sus constantes dolores. Y salen cantando. Salen cantando con flautas y tambores, con el aire y el agua, con la tierra y el pueblo. Tienen razón. Solo cantando podemos vivir: honor a estos intransigentes muchachos que van y vienen con su música, a otra parte, porque en todas partes l os estamos esperando. " (Pablo Neruda, Isla Negra 1970)