Taki Ongoy.
¿Dónde están nuestros hijos ahora?
¿Qué viento los barrió?
¿Dónde nuestros maizales de oro?,
meciéndose en el sol.
¿Que fue de nuestras huacas sagradas?
¿Qué fue de nuestra paz?
lloro por Titicaca y la luz amada
del Pachacamac.
Digo Taki Ongoy, sueño un camino
Viracocha entenderá,
cuanto dolor encierra mi corazón.
Grito Taki Ongoy, preparo mis armas
Manco Inca sonreirá
las flores de los valles revivirán.
Habrá en sus ojos tal regocijo,
tanta felicidad
que nuestras almas de las estrellas,
al mundo bajarán
y en Machu- Pichu, ciudad sagrada
se corporizarán Aztecas, Mayas, Incas, Chimues
convocarán al sol.
Este es día del año justo. Ya termino el dolor.
Vengo a cantarles la profecía. El indio no murió.
Digo Taki Ongoy, sueño un camino
Viracocha entenderá,
cuanto dolor encierra mi corazón.
Grito Taki Ongoy, preparo mis armas
Manco Inca sonreirá
las flores de los valles revivirán.
Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
Nada es para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
Aunque sea de oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Nezahualcoyotl
Estoy embriagado
Estoy embriagado, lloro, me aflijo,
Pienso, digo,
En mi interior lo encuentro:
Si yo nunca muriera,
Si nunca desapareciera.
Allá donde no hay muerte,
Allá donde ella es conquista,
Que allá vaya yo…
Si yo nunca muriera,
Si yo nunca desapareciera.
Cuento huichol (ixachilan Icuic)
EN BUSCA DEL FUEGO
In tlazohtlalnantzin Anáhuac (en nuestra amada patria Anáhuac), han
existido varios pueblos, que aman a nantzihuan yuhquizaliztli (la
madrecita naturaleza), ellos han aprendido a ser parte de ella, la
cuidan la aman , la respetan. Uno de esos pueblos místicos, son los
huicholes; por siglos han cultivado in tlahlli (la tierra), su mayor
cualidad es el respeto que le tienen a la naturaleza, su trato con
ella es como si se tratara de mocenyeliz (su familia). In cocoleh
(los abuelos) son Tonatiuh (el sol) ihuan in tetl (y el fuego), in
cihtli (las abuelas), Metztli (la luna) ihuan in tlahlli (y la
tierra), su cihuatatli (su tía) in atl (el agua) ihuan in
quiyahuitl (y la lluvia), y sus hermanos mayores, in zemtli (el
maíz), ihuan in peyotl (el peyote), Cuentan in cocoleh (los abuelos)
que hace muchos xihuitl (años), los huicholes no tenían in tetl (el
fuego), ellos pasaban grandes penurias por este caso, solo esperaban
el paso del invierno para que tonatiuh (nuestro padre sol) calentara
sus cuerpos y no perecieran en las garras del frió.
Estaban tan preocupados por el paso del invierno que ya no prestaban
atención a sus cultivos, ni en la elaboración de tan bellas
artesanías que realizaban, era tanta la preocupación por la falta de
energía solar que siempre parecían enfermos.
Un día en una aldea cercana se escucho un estruendo, del ilhuicatl
(cielo) serpenteando cayo un poderoso rayo destruyendo parte de
ella, y con ella dio origen al tetl (fuego), estos aldeanos
antagónicos de los huicholes cuidaron con sumo cuidado este preciado
tesoro, ya que decían que si ellos habían padecido esta desgracia,
era lógico que solo ellos fueran los poseedores del tetl (fuego).
Para conservarlo hicieron u na gran fogata en el centro de su aldea,
tuvieron que cortar cuahuitl tras cuahuitl (árbol tras árbol), era
un inmenso tetl (fuego) que consumio varios árboles, con esto
saciaron el hambre del tetl (fuego), pues se dieron cuenta que para
que siguiera vivo necesitaba comer y comer.
Como sabían que los huicholes querían también el fuego, armaron un
gran ejercito, el cual mantenía una guardia de día y de noche, los
huicholes argüían una serie de planes para lograr llevar tetl
(fuego) a su calli (casa), sin embargo muchos murieron en el intento
atravesados por flechas enemigas, algunos otro cayeron prisioneros y
fueron arrojados al fuego para alimentarlo.
Los animalitos del tepetl (cerro) se enteraron de esto y como los
huicholes amaban a nanzihuan yuhquizaliztli (la madrecita
naturaleza) en el seno del tepetl (cerro) se reunieron: in coyotl
(el coyote), in mazatl (el venado, in ayotochtli (el armadillo), in
cipactli (el lagarto), ihuan in tlacuah (y el tlacuache);
discutieron toda la noche para idear una forma de ayudar a in cuach
huichol (al amigo huichol). Ala mañana siguiente optaron por ser
ellos los que irian a traer el fuego hasta la aldea contraria,
salieron uno por uno tras el fuego, pero al ser sorprendidos por los
guardias, murieron sin lograr su propósito. Tan solo quedaba in
tlacuach (el tlacuache), que también decidió ayudar a los huicholes,
paso mucho tiempo ideando la manera que no le permitiera fallar, se
acerco lo mas que pudo al campamento, luego se enroscó de tal forma
que parecía una bola y paso chicome ilhuitl (siete días) sin
moverse, así consiguió que los guardias se acostumbraran a verlo
como parte del paisaje.
En esos días se dedico a estudiar los movimientos de la aldea, noto
que en la madrugada antes de la llegada de Tonatiuh (el sol) , los
guardias dormían. Entonces el séptimo ilhuitl (día) aprovecho que
tan solo un soldado estaba despierto, y lentamente rodó hasta la
hoguera, metió la cola en las llamas de in tetl (el fuego) que ya
incendiada ilumino el campamento, de prisa con el hocico tomo un
tizón y se alejo corriendo. El soldado pensó que la cola del
tlacuach (tlacuache) era un leño, pero cuando lo vio moverse muy
rápido, dio el grito de alarma en la aldea:
Julio -detente ladronzuelo
Pero tlacuach (tlacuache) corría a gran velocidad millares de
flechas surcaron ilhuicatl (el cielo) y varias de ellas se
incrustaron el cuerpecillo de el noble animal, al verse moribundo,
tlacuach (tlacuache), tomo la braza de tizon y la guardo en su
marsupia, que es una bolsita que tiene en el vientre, fue cuando sus
perseguidores le dieron alcance, y apagando su cola lo arrojaron sin
piedad a un barranco y se alejaron pregonando su victoria, mientras
sus compañeros en la aldea danzaban alrededor del fuego:
Julio -Nadie nos quitara el fuego, -dijeron
Julio -Nadie tendrá fuego ¡¡¡Nadie!
Mientras el buen tlacuach (tlacuache) recobraba el conocimiento, se
vio el cuerpo lleno de heridas, aun así en un arrojo de valentía, se
arrastro con dificultad hasta la aldea de los huicholes, allí ante
la alegría y el asombro de todos, deposito la brasa que guardaba en
su bolsa y dijo:
Emilio -Por ser un pueblo noble y bueno con nosotros, sus hermanos
los animales, les traigo in tetl (el fuego), solo prometan que jamás
cambiaran, y les enseñaran a sus hijos, y a los hijos de sus hijos,
a amar y respetar a nantzihuan yuhquizaliztli (nuestra madre
naturaleza), por que solo así preservaran su vida en la xoxouhqui
xicaltzintli (jicara azul, la tierra), por que solo amando a todo
ser sobre la ella sea planta, animal u objeto se logra amarse así
mismo.
Los huicholes asombrados y conmovidos le prometieron a in tlacuach
(el tlacuache) que cumplirían con su petición ya que ellos siempre
habían respetado su entorno, y ahora gracias a el reafirmaban el
amor por tonantzintlahlli (nuestra amada tierra), después tomaron la
brasa y con ella hicieron un gran fuego, y curaron al cuach tlacuach
(amigo tlacuache) de sus heridas y danzaron de alegría y
agradecimiento.
Así pues recordemos que si actuamos bien con nuestros vecinos,
hermanos y seres que comparten nuestro tiempo y espacio en la
xoxouhqui xicaltzintli (jícara azul, la tierra) obtendremos de ellos
el mejor de los regalos in tzolpilyolohtli (un corazón dulce).
Amigos. Me han emocionado.
gracias por estos hermosos poemas.
YO TE NOMBRO LIBERTAD
- Por el pájaro enjaulado, por el pez en la pecera
por mi amigo que está preso porque ha dicho lo que piensa.
Por las flores arrasadas, por la hierba pisoteada.
Por los árboles podados, por los cuerpos torturados,
... Yo te nombro, Libertad. - Por los dientes apretados, por la rabia contenida,
por el nudo en la garganta, por las bocas que no cantan.
Por el beso clandestino, por el verso censurado,
por el joven exiliado, por los nombres prohibidos,
... Yo te nombro, Libertad.
TE NOMBRO EN NOMBRE DE TODOS POR TU NOMBRE VERDADERO,
TE NOMBRO CUANDO OSCURECE, CUANDO NADIE ME VE
ESCRIBO TU NOMBRE EN LAS PAREDES DE MI CIUDAD (BIS)
- Por la idea perseguida, por los golpes recibidos,
por aquel que no resiste, por aquellos que se esconden,
por el miedo que te tienen, por tus pasos que vigilan,
por la forma en que te atacan, por los hijos que te matan,
... Yo te nombro, Libertad. - Por las tierras invadidas, por los pueblos conquistados
por la gente sometida, por los hombres explotados
por los muertos en la hoguera, por el justo ajusticiado,
por el héroe asesinado, por los fuegos apagados,
... Yo te nombro, Libertad.
Https://www.youtube.com/watch? V=j2rLm-jf4as&feature=related REINCIDENTES.
MAPUCHE. POR LOS PRESOS POLITICOS.
REIVINDICACIÓN POR SUS TIERRAS!
GRACIAS HERMOSOS POEMAS. UN ESPACIO PARA ADENTRARSE Y SENTIRLO MAS HUMANO.
GRACIAS A TODOS
LA PUERTA DEL COSMOS SE ABRIÓ LENTAMENTE
Y ALLÍ VIRACOCHA FUNDO EL MUNDO QUE VEMOS
LAS COSAS Y FIERAS Y EL CULTO CIVILIZADOR.
LOS VALLES Y FRUTOS. LAS BELLAS PRADERAS
Y EL AGUA EN UN GESTO DE AMOR.
REINÓ ENTRE NOSOTROS.
AM Ó ENTRE NOSOTROS
Y UN DIA DE PRONTO PARTIÓ.
EL DIOS DE LA VIDA,
EL DIOS DE LA TIERRA,
CRUZANDO LAS AGUAS DEL MAR.
IGUAL QUETZACOATL EN MÉXICO
UN D Í A LOS DOS PROMETIERON VOLVER
MI CORAZÓN CON SU TAMBOR
GOLPEA LAS PUERTAS DE TIHAUANACO
MI CORAZÓN EN SU DOLOR
LLAMA A LAS HUESTES DE TIHAUANAKU
NO SON VIRACOCHA LOS HOMBRES QUE LLEGAN
NO EXISTE EN SUS ACTOS BONDAD.
SU MAGIA ES LA MUERTE, SU AMOR LA RIQUEZA
DEL PUEBLO DEL HIJO DEL SOL.
Hubo un tiempo
Hubo un tiempo en el que todo era bueno. Un tiempo feliz en el que nuestros dioses velaban por nosotros. No había enfermedad entonces, no había pecado entonces, no había dolores de huesos, no había fiebres, no había viruela, no había ardor de pecho, no había enflaquecimiento. Sanos vivíamos. Nuestros cuerpos estaban entonces rectamente erguidos. Pero ese tiempo acabó, desde que ellos llegaron con su odio pestilente y su nuevo dios y sus horrorosos perros cazadores, sus sanguinarios perros de guerra de ojos extrañamente amarillos, sus perros asesinos. Bajaron de sus barcos de hierro: sus cuerpos envueltos por todas partes y sus caras blancas y el cabello amarillo y la ambición y el engaño y la traición y nuestro dolor de siglos reflejado en sus ojos inquietos nada quedó en pie, todo lo arrasaron, lo quemaron, lo aplastaron, lo torturaron, lo mataron. Cincuenta y seis millones de hermanos indios esperan desde su oscura muerte, desde su espantoso genocidio, que la pequeña luz que aún arde como ejemplo de lo que fueron algunas de las grandes culturas del mundo, se propague y arda en una llama enorme y alumbre por fin nuestra verdadera identidad, y de ser así que se sepa la verdad, la terrible verdad de cómo mataron y esclavizaron a un continente entero para saquear la plata y el oro y la tierra. De cómo nos quitaron hasta las lenguas, el idioma y cambiaron nuestros dioses atemorizándonos con horribles castigos, como si pudiera haber castigo mayor que el de haberlos confundido con nuestros propios dioses y dejado que entraran en nuestra casa y templos y valles y montañas. Pero no nos han vencido, hoy, al igual que ayer todavía peleamos por nuestra libertad.
PELEAMOS EN VILCABAMBA
EN CONTRA DEL EXTRANJERO.
YA HABÍA PERDIDO MI HERMANO
SU FE EN CONSEGUIR VENCERLOS.
TITU-CUSI ERA SU NOMBRE
Y COMANDO LA REBELIÓN
PERO PRESA DE LA FIEBRE
ENTREGO SU CORAZÓN.
TUPAC-AMARUC ES MI NOMBRE
Y ASUMO ENTONCES EL MANDO
MANCO-INCA FUE MI PADRE
SU SANGRE GUÍA MIS MANOS.
POR AMÉRICA RESISTO
POR AMÉRICA ME MUERO
POR AMÉRICA MI VIDA
ME ARRANCAR Á EL EXTRANJERO.
EL ESPAÑOL QUE ME MATA
NO SABE QUE ESTA CORTANDO
LA CABEZA QUE MAÑANA
CANTARA EN UN CANTO ETERNO.
SE MUERE EL ULTIMO INCA
TUPAC-AMARUC SE MUERE
TODO EL CUZCO SE DESANGRA
POR MI CABEZA EN LA PICA.
PACHACAMAC ME RECIBE
PARA PREPARAR MI TRAJE.
YO VOLVERÉ CON LOS MÍOS
A REPARAR EL ULTRAJE.
POR AMÉRICA RESISTO
POR AMÉRICA ME MUERO
POR AMÉRICA LO JURO
NUNCA DETENDRÉ MI VUELO
TUPAC-AMARUC ES MI NOMBRE
MI SANGRE Y MI CANTO ETERNO
TUPAC-AMARUC NO HA MUERTO
¿QUIEN PUEDE MATAR UN SUEÑO?
FUNDACIÓN DE MÉXICO
"Id y ved un nopal salvaje; y allí tranquila veréis
un águila que está enhiesta. Allí come, allí
se peina las plumas,
y con eso quedará contento vuestro corazón:
¡Allí está el corazón de Cópil que
tú fuiste a arrojar
allá donde el agua hace giros y más giros!
Pero allá donde vino a caer, y habéis visto entre los
peñascos, en aquella cueva entre cañas y juncias,
¡Del corazón de Cópil ha brotado ese nopal salvaje!
¡Y allí estaremos y allí reinaremos:
allí esperaremos y daremos el encuentro a toda clase de gentes!
¡Nuestros pechos, nuestra cabeza, nuestras flechas, nuestros
escudos
allí les haremos ver: a todos los que nos rodean allí los
conquistaremos! ¡Aquí estará perdurable nuestra ciudad
de Tenochtitlan!
¡El sitio donde el águila grazna, en donde abre las alas;
el sitio donde ella come y en donde vuelan los peces,
donde las serpientes van haciendo ruedos y silvan!
¡Ese será México-Tenochtitlan y muchas cosas han de
suceder!
Dijo entonces Cuauhcóhuatl:- Muy bien está mi señor
sacerdote!
¡Lo concedió tu corazón:vamos a hacer que lo oigan mis
padres, los ancianos todos juntos!
Y luego hizo reunir a los ancianos todos Cuauhcohuatl y les dió
aconocer las palabras de Huitzilopochtli.
Las oyeron los mexicanos.
Y de nuevo van allá entre cañas y entre juncias, a la orilla
de la cueva.
Llegaron al sitio donde se levanta el nopal salvaje
allí al borde de la cueva, y vieron tranquila
parada el águila en el nopal salvaje: allí come, allí
devora y hecha a la cueva los restos de lo que come.
Y cuando el águila vió a los mexicanos, se inclinó
profundamente.
Y el águila veía desde lejos.
Su nido y su asiento era todo de cuantas finas plumas hay: plumas de
azulejos, plumas de aves rojas y plumas de quetzal.
Y vieron también allí cabezas de aves preciosas
y patas de aves y huesoa de aves finas tendidos por tierra.
Les habló el diosy así les dijo:
- ¡Ah, mexicanos, aquí sí será:
¡México es aquí‚
Y aunque no veían quien les hablaba, se pusieron a llorar
y decían: - ¡Felices nosotros, dichosos al fin:
hemos visto ya dónde ha de ser nuestra ciudad!
¡Vamos y vengamos a reposar aqui!
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De entre el fragor de las cascadas, sobre el bullir espantoso de espumarajos ruidosos que se precipitan al vacío y que caen formando nubes de estrellas y brillantes, suele escucharse el doliente gemir de una doncella. Sus lloros llegan al alma y el corazón se contrita de dolor, porque ese llanto es la más triste queja de amor que alguna mujer haya emitido nunca.
Viajeros, caminantes, excursionistas que la han oído, creen que se trata del batir de las furiosas aguas contra las grandes hojas acuáticas y las raíces que sobresalen por entre los peñascos del horrendo precipicio; otros, que se trata del alma errabunda de una mujer en pena y otros, que los malos espíritus de las aguas aún rondan por el serpentear de las cascadas.
Nadie o muy pocos se han detenido a desentrañar el gran misterio, porque sobrecogidos de temor y sobresaltos, huyen mejor ante los gemidos lastimeros de una mujer que se encuentra en agonía.
Y esos pocos que han contado más tarde esto que recuerda una leyenda, han comprobado que quien emite tan lastimeros ayes es una pequeña florecita que crece a la orilla misma del abismo, bañada por las agitadas aguas que se precipitan allá abajo. Los antiguos, los hombres del tiempo en el cual se originó esta triste leyenda, la llamaron Atempanxochichocani, que en lengua castellana quiere decir “Flor que llora junto a las aguas”.
Y quienes han tenido la osadía, el valor de inclinarse al precipicio y han cortado una de estas florecillas de sublime hermosura, descubrieron que entre sus pistilos se haya una mujer, una doncella de bien proporcionado cuerpo, diminuto y admirable, cuyas manos parecen cubrir su rostro cubierto de rocío que son sus lagrimas. Es el cuerpo diminuto de una doncella, de una virgen que llora eternamente a la orilla de las aguas su mal de amor, su pena amorosa.
¡Atempanxochichocani, la flor que llora!
A simple vista puede verse el cuerpo de la doncella en actitud de llorar, recostada en la corola de la florecilla que solo crece junto a las cascadas, a las orillas del abismo al que se precipitan las aguas. Su llanto es audible a corta distancia y a veces más lejos, cuando el fragor de la precipitación del agua baja de tono.
La leyenda, los motivos por los que se formó esta florecilla y las penas que llora esta doncella de diminutas proporciones se pierden en las noches de los tiempos, entre las leyendas de más vigor, de mayor representación de una raza dada a la superstición y a los temores de los dioses; Se dice, sin embargo, que esta doncella y su amado, un vigoroso y apuesto mancebo, paseaban sus amores antes de desposarse con el regocijo y aceptación de sus padres. Mas cierta vez corriendo él por el bosque en persecución de un Mazatl, -venado-. Perdió el paso y fue a caer al abismo. Su cuerpo se fue rebotando contra los peñascos y cayó al fondo de la sima, en donde fue arrastrado por las fuertes aguas.
La doncella, cansada de esperar el regreso en un paraje en donde se entretenía tejiendo guirnaldas de florecitas, se fue en su busca y no lo halló, no lo halló nunca y desde entonces convertida en flor, en la flor de Atempanxochichocani, vive en las orillas de las cascadas y los abismos, llorando por la desaparición del mancebo que ya no pudo ser su esposo.
Perdida la crónica escrita de esta leyenda, los viejos solían contar que lo que ocurrió fue que el Shantil, el genio malo y fantástico que vivió en los acantilados, al ver el grande y puro amor que paseaban por el bosque la Doncella y el Mancebo, se puso celoso y atrayendo hasta sus dominios al galán, lo precipitó a sus dominios y después de hacerse pedazos contra los riscos, lo arrastró hasta las profundidades oscuras en donde mora, por lo cual, la llorosa y desesperada doncella no encontró su cuerpo, como jamás lo hallaron quienes lo buscaron tan afanosamente.
La doncella murió enloquecida llorando a la orilla del abismo y de su cuerpo brotaron esas florecillas, las florecitas que lloran eternamente junto a las aguas y en cuya corola el incrédulo acucioso puede ver el diminuto cuerpo de una mujer cubriéndose el rostro con las manos y ese bello rostro cubierto de rocío, que son sus lágrimas.
La leyenda de Manaka
de "Mitología Guaraní" de Jorge Montesino
Marcha por la selva la tropa de indómitos. Mbarakaju lidera a los suyos. Guerrero sin par. No hay quien le iguale en resistencia física, en el tiro de las flechas y el manejo del mbaraka . La madre naturaleza ha sido generosa con Mbarakaju .
Las tropas de Mbarakaju pasan por los poblados y en cada lugar pintan el signo de la dominación. No hay quien se le resista. Mbarakaju , como buen tirador es también un eximio cazador. Prueba de ello es su collar donde ya no caben más colmillos de jaguareté . Ha cazado cientos de estos animales en su corta vida.
Mbarakaju en su plenitud.
Ahora persigue a una fiera que ha herido.
Se aparta de los suyos. Avanza por la selva siguiendo el rastro de sangre.
La noche lo sorprende y Mbarakaju opta por descansar. Busca un buen lugar y allí pasa la noche. Mbarakaju tiene el sueño liviano. La menor señal de peligro y el guerrero está alerta.
Al amanecer continúa su marcha, encuentra al tigre que ruge de dolor y acaba con él. Sigue sumando cuentas en su collar. Pareciera que la cosecha de colmillos jamás acabará.
Una lluvia atropellada y densa cae sobre la selva ahora y lava todo rastro de sangre. ¿Cómo regresar junto a los suyos? La capacidad de orientación del joven indio y su intuición no bastan para vencer a la enmarañada vegetación que frente a él se levanta como una muralla.
Mbarakaju comienza a andar.
Vuelve sobre sus pasos. Le parece estar dando vueltas en círculo.
No. No puede ser. Al fin Mbarakaju , exhausto se tiende sobre la hierba en busca del sueño y el descanso reparador. Duerme el guerrero. Duerme y sueña con una joven hermosa. La niña le habla, ahora lo está llamando: “acércate” le dice en su luminoso sueño.
Mbarakaju despierta cuando el sol está declinando. Un rocío claro y fresco cae sobre su cuerpo. Al incorporarse descubre que el rocío tan claro y perfumado cae de un ysapy , el árbol de la dicha. Buen augurio, piensa el guerrero y avanza nuevamente a través de la selva como guiado por un espíritu más poderoso que su voluntad. Mbarakaju escucha lejanos sones de tambor. Apura el paso. Ahora ya puede oir voces. Es evidente que se aproxima a una aldea.
El indio, escondido en la frondosidad de la selva observa la aldea. Todo es movimiento allí. Se preparan para una celebración. Reposan los manjares y las bebidas en gran cantidad. Con avidez mira Mbarakaju todo lo que ante sus ojos se extiende como una aparición. Van y vienen las mujeres apuradas con los preparativos. Se encienden las fogatas. La tarde va dejando paso a la oscuridad. Los hombres preparan sus instrumentos. Comienzan a beber.
Mbarakaju decide integrarse a la fiesta. Avanza hacia la aldea. A su paso las gentes de la tribu detienen sus acciones. Mbarakaju llega junto a los músicos. Extiende la piel del tigre que acaba de matar. Arranca de las manos del músico el mbaraka y sentándose sobre la piel comienza a ejecutar el instrumento y a narrar la historia del principe Chimboi . Su canto, más allá de la forma en que llega hasta el lugar, ocurrente y misterioso, concita la atención de hombres y mujeres.
La canción relata que el príncipe Chimboi , jefe de los karios, altanero y solitario vivía en un blanco palacio, suspirando permanentemente por una mujer bella y virgen. La habilidad de Mbarakaju para el relato cantado le lleva a mezclar el encantador argumento del príncipe con la tribu en la que se halla cantando. Mezcla la realidad y la fantasía y lo hace premeditadamente. Cuenta en su canción que el príncipe Chimboi cree que va a encontrar a aquella mujer de sus sueños, símbolo de la perfección humana, entre las doncellas de aquella tribu. Las jóvenes de la tribu se miran unas a otras comparándose. ¿Quién de ellas será la elegida de Chimboi ? Pero el príncipe es sólo invento de Mbarakaju , ha nacido de su ingenio y allí vive.
Después de terminada su canción Mbarakaju es aceptado en la fiesta. Se celebra la cosecha de la mandioca y las fiestas de la nubilidad. Las familias de las núbiles han adornado a sus vírgenes y cada una de las que pasan en desfile parece más bella que la otra.
Túrbase Mbarakaju cuando ve avanzar en aquel desfile iniciático a la mujer que ha visto en sueños. Se le ilumina el rostro ya encendido por el calor de las fogatas. Los sueños le han anticipado el encuentro. Mbarakaju siente deseos de actuar. Toma nuevamente entre sus manos el mbaraka y dedica una canción a la joven. El desfile se detiene pero parece suspendido sobre las notas y las palabras de la canción. Es un momento tocado por la divinidad. Al finalizar su canto Mbarakaju , tramposamente dijo: “Esta será la esposa de Chimboi ”.
Koeti se llamaba la dulce niña. La abuela de la niña, Chiro , recordó entonces las señales del cielo que el día del nacimiento de Koeti habían señalado un camino sembrado de estrellas. Una vida grandiosa y eterna. La anciana creyó ver en las palabras de Mbarakaju parte de aquel designio divino. “Guíanos hasta el palacio de Chimboi ”, dijo la vieja al extranjero. Los hermanos de Koeti se opusieron pero a una palabra de la anciana moderaron su enojo y reprimieron sus decisiones. Mbarakaju , Chiro y Koeti partieron al día siguiente hacia el inexistente palacio blanco donde vivía Chimboi . Avanzaron los tres. Mbarakaju con paso firme, la anciana ágil como una joven y la niña extrañamente torpe. Como si no quisiera avanzar. Con recelo y miedo.
Se detuvieron después de mucho andar. Mbarakaju cazó un venado y lo puso al fuego. Koeti dormía en su hamaca. Cuando estuvo lista la carne comieron en silencio los tres. La anciana preguntó: “ ¿Cuándo llegaremos al palacio de Chimboi ? ”. “Cuando yo quiera” respondió secamente Mbara-kaju . Inmediatamente la vieja recriminó al guerrero su promesa, tras lo cual Mbarakaju dijo: “ ¡Yo soy Chimboi , Mbarakaju es sólo mi nombre de guerra”.
La anciana no creía lo que estaba escuchando. Había sido engañada. Tal vez se había apresurado al decidir hacer este viaje con un desconocido.
“Déjame a la niña y vete. No te necesito”, dijo el guerrero a Chiro .
Chiro recupera la calma y unta la frente, las mejillas y el pecho de su nieta con un ungüento verde que extrae de un pequeño recipiente. Mbarakaju observa la despedida de la mujer y se alegra de que no oponga resistencia. La anciana se aleja y cuando Mbarakaju vuelve la vista hacia Koeti comprende el sentido de aquellos ungüentos. La vieja se va pero deja sus hechizos. Mbarakaju quiere gritarle algo pero la voz no le responde. Algo le marea, le impide la mirada. Koetí se vuelve neblinosa ante sus ojos, desaparece. Se transforma. El guerrero siente que su cuerpo pesa como un elefante. No puede moverse de su sitio. Impotente observa la transformación de la niña. Ahora logra acercarse a la joven. Intenta abrazarla pero se sorprende él mismo de estar abrazado al tronco de un árbol. Sorprendido mira al árbol buscando alguna señal que le indique el lugar de Koeti . Nada alrededor. Koeti ha desaparecido. Chiro también. Solo en aquel desolado lugar Mbarakaju se sienta bajo el árbol, la espalda apoyada en el tronco. Un suave cansancio invade al guerrero. Sus piernas ya no le pesan pero un extraño sopor le invade hasta vencerle.
Mbarakaju despierta.
Es la hora del alba y el sol aparece suavemente.
Mbarakaju se pone de pie y golpea las ramas más bajas con su cabeza. Una lluvia de pétalos cae a sus pies. El árbol estaba cubierto de flores. El guerrero busca por todos lados algún indicio que le guíe hacia Koeti . Infructuosa es su búsqueda. Vencido, huye de aquel lugar encantado.
Chiro ve que el extranjero se aleja del lugar y vuelve para deshechizar a su joven nieta. La anciana contempla el bello árbol florido y siente un vértigo extraño. La belleza marea sus pupilas cansadas. De pronto, de los árboles vecinos surge un ave pequeña y multicolor. Como una flecha llega hasta las flores y allí, sostenido en vilo por el rápido movimiento de sus alas, introduce su pico en una y otra flor bebiendo el sabroso néctar. Las flores se tiñen de rosas y leves morados al contacto del largo pico que las ultraja. Se diría que se ruborizan y tiñen su blancura de subidos colores. Chiro no se atreve a dar caza a aquel pequeño pájaro que va de flor en flor. Su nieta seguía siendo bellísima, pero ya no era marane . Así lo entendió la mujer y consideró inútil deshechizarla. Así quedó entre nuestros árboles el manaka que con sus bellas flores se sonroja de haber perdido la virginidad con aquel misterioso pájaro del cual se dice que era un príncipe encantado.
Leyenda Toba
VOCABULARIO | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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La cosecha de la algarroba había terminado. La tribu iba al lugar donde realizaban los festejos que, infaliblemente, realizaban luego de cumplir trabajos prolongados.
Se reunieron en un claro del bosque esperando a los que tendrían a su cargo la "representación" y que aparecieron a los pocos instantes.
Eran cuatro disfrazados: uno de nichaj, otro de quirioc, el tercero de norerá y el último de diorné. Les acompañaban varios hombres que simulaban ser cazadores.
Desde que el juego comenzó, y en el que debían atraparse entre sí, actuaron a la perfección, imitando las características y las voces de cada uno de los animales que representaban.
Así se ponían frente a frente, trepaban a los árboles, se perseguían tratando de darse alcance, luchaban unos con otros y usaban de todos los medios y astucias empleados por los animales, cuyo disfraz había adoptado cada uno, cuando tratan de poner su vida a salvo.
Los hombres, a su vez, intentando atraparlos, no los perdían de vista, los asediaban, los corrían y atacaban con el mismo ardor y entusiasmo que si se hubiera tratado de una partida de caza.
Las carreras y las luchas se prolongaron durante mucho tiempo, con gran alegría de los que presenciaban tan singular torneo.
Cuando oscureció y el cielo se cubrió de estrellas, se dio comienzo a la danza.
Empezó a oírse el monótono son del pin pin, un tambor hecho con un tronco de yuchán partido transversalmente en dos y cubierto con un cuero de lermá, que tocaba incansable el director del baile, colocado en el centro del espacio destinado para la fiesta.
Comenzaron con la “Guacanic”, la danza preferida por los tobas, que consideran a las estrellas como los ojos de sus antepasados, en cuyo honor la bailaban.
Formando varias ruedas, tomados de la mano y mirando siempre hacia arriba, danzaban, siguiendo el compás que, valiéndose del pin pin, marcaba el que oficiaba de director.
Estos compases, lentos y espaciados al principio, aumentaban de velocidad a medida que el tiempo transcurría y crecía el entusiasmo de los bailarines, cuyos cuerpos seguían con movimientos rítmicos las variantes marcadas por el pin pin.
Acompañaba a este son el tintineo característico que hacían, al chocar unos con otros, las piedritas, los amuletos y las semillas, colgados de los cinturones y de las chacas, pulseras vegetales usadas por los bailarines rodeando sus brazos y sus piernas.
Un coro masculino dejaba oír sus tonos graves, al que se unían las notas agudas que entonaban las mujeres.
La tagá, mientras tanto, servida en vasijas de barro, iba de boca en boca, levantando los ánimos de los concurrentes, multiplicando su alegría y aumentando su entusiasmo.
Así pasaron la noche entera. Con ella terminó la fiesta y cuando el sol volvió a aparecer por oriente, sus rayos llegaron hasta los hombres y las mujeres que, vencidos por el cansancio y embotados por efecto de la abundante aloja ingerida, dormían su fatiga al reparo de los árboles.
Varios días después de realizarse esta fiesta llegó a la tribu del salarnek Chiguisi, un extranjero que dijo llamarse Koipac.
Luego de una cosecha tan pródiga y de los festejos ruidosos con que la cele-braron, los ánimos de los indígenas se hallaban predispuestos para ver y recibir al recién llegado con simpatía.
Si a ello se agrega la astucia que empleó el extranjero a fin de granjearse la amistad de los naturales, se encontrará la razón por la cual lo acogieron con afabilidad, no descubriendo sus intenciones aviesas sino cuando les fue imposible deshacerse de él.
Así fue que, en lugar de corresponder a la buena acogida que se le dispensó, quiso al poco tiempo imponer su voluntad y usurpar los derechos de quienes eran los verdaderos dueños de la región.
Lo consiguió siempre y ocasionó múltiples daños a quienes sólo debía favores.
Llegó un momento en que todos le temieron, convencidos que poseía un poder maléfico conferido por el demonio.
Temerosos de las fuerzas sobrenaturales y de los enviados de los genios malos, nadie se atrevía a lanzar contra él sus flechas con puntas de ñuatí curuzú, cuyas espinas venenosas eran infalibles.
Koipac, por su parte, se reía de ellas sabiéndose invulnerable al más activo de los venenos.
El no reconocía derechos ajenos y actuaba de acuerdo a los dictados exclusivos de su voluntad y de su conveniencia, sin importársele el perjuicio que sus actos podrían ocasionar.
Los toldos de la tribu de Chiguisi se hallaban en las cercanías de Yuioma, la laguna del pescado, cuyas aguas brindaban a los nolajuijk abundantes nillac, entre los que había: toiguif, hueserá, chalmee y nuhac.
Las aguas de la laguna guardaban celosas al pez sagrado, un sasinec de tamaño extraordinario, padre de los peces y que proveía a la laguna de esos animales.
Un día, los indígenas vieron, consternados, que Koipac se dirigía a pescar.
Llevaba el arco y las flechas de guayaibí. Marchaba decidido por el sendero que conducía a Yuioma, entre guaviyús, daicós, ibirá jus, pindós, florecidos yaguá-ratais, trepadoras mburucuyás, güembés de tallos retorcidos y lianas decorativas, que con sus guirnaldas de hojas formaban verdes cascadas suspendidas de las copas de los árboles.
Enterado Chiguisi de las intenciones de Koipac, le salió al encuentro para prohibirle que diera muerte al pez sagrado, al sasinec, cuya desaparición traería como consecuencia el fin instantáneo de todos los peces, con los que los naturales quedarían privados de tan importante alimento.
Koipac, como siempre, recibió la advertencia con desdén, y acompañando sus palabras con un gesto burlón, preguntó:
— ¿Es algún privilegiado el sasinec de que me hablas, para que con él se tengan miramientos que no alcanzan a los otros peces?
— ¡Es el padre de los peces que viven en la laguna y el que proporciona abundante alimento a la tribu...! — respondió indignado el cacique.
— Pues tengo deseos de probar si es verdad eso — concluyó Koipac empecinado.
En vista de que sus palabras no convencían al malvado el salarnek Chiguisi decidió rogarle que no lo hiciera. Pero no obtuvo mejores resultados y tal como lo tenía dispuesto, Koipac llegó a la laguna de los peces.
La tribu, desesperada, veía con horror la grave falta que iba a cometer el perverso Koipac atacando al dorado, al que ellos profesaban veneración y respeto; pero sabían, por otra parte, que nada ni nadie hubiera podido evitarlo pues los poderes maléficos que poseía el extranjero lo hacían invencible.
Poco después, Koipac, con el arco tendido apuntaba al pez sagrado que, como si conociera sus intenciones, lo desafiaba no alejándose del lugar.
Koipac, creyéndose elegido de la suerte al ver que la presa se le brindaba generosa, tomó puntería y en un instante la fl echa, despedida con fuerza, atravesó el cuerpo del sasinec.
Instantáneamente se produjo algo inesperado. Algo que no estaba en los cálculos del presuntuoso Koipac y que sus poderes maléficos no podían conjurar.
Las aguas de la laguna crecieron en forma vertiginosa no tardando en desbordarse.
En el semblante del malvado Koipac se pintó el terror más espantoso al suponer que podía ser alcanzado por la avalancha de las aguas que corrían por la llanura sin que nada las detuviera.
Delante de ellas iba el extranjero, quien habiendo arrojado el arco y las flechas que le entorpecían los movimientos retardando su carrera, huía desesperado tratando de evitar ser alcanzado por el agua que, deliberadamente, seguía sus rastros amenazando con ahogarlo.
Pero la carrera se prolongaba tanto que de vez en cuando la fatiga vencía al indio que se veía obligado a detenerse para recuperar energías.
Esos instantes eran aprovechados por las aguas para detenerse también y esparcirse por el llano formando lagos y lagunas que, al llegar hasta donde se hallaba Koipac, lo obligaban a recomenzar la carrera interrumpida. Esto sucedió muchas veces y en una gran distancia, hasta que Koipac, completamente rendido, cayó sin poderse levantar más.
Las nectrank lo cubrieron, deteniéndose, desde el momento que ya habían cumplido su propósito: castigar al matador del pez sagrado.
El camino seguido por ellas desde que salieran de Yuioma persiguiendo al malvado y desaprensivo Koipac, hasta su total rendición, marcaron un curso de agua que dio abundante cainarán a los habitantes del Chaco, respetuosos adoradores del sasinec sagrado.
Ese fue el primer tuyeté que regó las llanuras boscosas del Chaco, según decían los tobas, el que a su vez dio origen a los otros, encargados de ofrecer su linfa clara a los habitantes de la región, a sus animales y a sus plantas, como una ofrenda de vida que el sasinec sagrado ofreció a quienes lo habían venerado como enviado de los dioses.
REFERENCIAS
Los ríos de la llanura chaqueña corren por terrenos de muy poco declive, siendo por consecuencia de curso indeterminado.
Por la misma razón sus aguas se deslizan con lentitud.
En verano, época que se caracteriza por la abundancia de copiosas lluvias, las barrancas de las orillas suelen desmoronarse, y los ríos, al crecer, se desbordan, salen de sus lechos y las aguas invaden la superficie de la tierra que, siendo impermeable, las retiene formando bañados, y lagunas.
Las materias orgánicas arrastradas por los ríos en sus recorridos, quedan depositadas allí donde las aguas se han detenido, fertilizando las tierras, lo que se traduce en exuberante vegetación, característica de esa zona.
Los ríos principales: el Pilcomayo, el Bermejo (con su afluente el Teuco), el Araguay, el Salado, el Guaycurú, que corren de. Noroeste a sudeste, desaguan en el Paraguay o en el Paraná.
Esta leyenda fueextraída de la Biblioteca "Petaquita de Leyendas", de Azucena Carranza y Leonor M. Lorda
Tomo XIX: URPILA (Torcaz)
Material compilado y revisado por la educadora argentina |
LEYENDA GUARANÍ
VOCABULARIO | ||||||||||||||
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En lecho de piedras corría el río. Sus orillas cubiertas de vegetación albergaban aves vistosas de colorido plumaje y flores maravillosas de tonos brillantes. Aves y flores se confundían entre sí y al mirar no se sabía, en el abigarrado espectáculo que ofrecía la naturaleza, si se trataba de flores que volaban o de pájaros posados en las ramas. Tucanes, loros y guacamayos se unían a las orquídeas, a las achiras, a los yuchanes, a las palmeras y a las magnolias, para brindar el magnífico encanto de la selva tropical.
Enmarcada por la pujante vegetación de la floresta, se levantaba la toldería de la tribu de Capibara. Entre todos sus hijos, Capibara distinguía al único varón, Guairá, su curumí, como lo llamaba. Desde pequeño se habituó Guairá a andar con su padre, por el que sentía tanto cariño como admiración. Con su padre salía de caza, con él había aprendido a manejar el arco y la flecha, a dirigir la canoa, a tejer cestos, a pescar con f lechas o con anzuelos. Nadie había que entendiera al cacique mejor que su hijo, ni ninguno que supiera complacerlo con mayor fidelidad que el pequeño curumí.
Capibara, como todos los indígenas, era muy supersticioso. Creía en daños, en maleficios, en payés y en genios malignos. Para precaverse de cualquier ma1 que pudiera alcanzarlo, usaba, pendiente de su cuello; una guayaca, consistente en una bolsita bien cerrada conteniendo tres plumas del ala de un caburé. Es el caburé o caburey, una pequeña ave de rapiña a la que se le atribuyeron poderes mágicos. Por eso, el llevar tres plumas de este animal, o bien de urutaú, otra ave milagrosa, según los guaraníes, significaba una seguridad para su poseedor, que así atraía todo lo bueno que pudiera ocurrirle, alejando los peligros y teniendo su vida asegurada contra los enemigos, las enfermedades o los accidentes. No es de extrañar entonces que Capibara tuviera buen cuidado de asegurarse que su mágica guayaca no faltara jamás de su cuello.
Uno de los peligros que amenazaban de continuo a Capibara, era Ñañá taú. Este genio dañino y perverso odiaba a Capibara y no perdía oportunidad tratando de ocasionarle algún mal. Sin embargo, nunca logró su deseo, pues el cacique estaba bien protegido por su payé. Pasaron los años y el cariño y el compañerismo de Guairá y de su padre se habían afianzado en tal forma que siempre se los veía juntos y en el más cordial entendimiento. Guairá no tenía más amigo que su padre, a tal punto que los muchachos de su edad, que fueron sus compañeros de juegos cuando chicos, se habían alejado de él por completo, seguros de que su compañía, lejos de agradar al hijo del cacique, parecía fastidiarlo y molestarlo.
En cierta oportunidad Capibara y su hijo salieron a cazar a la selva lejana donde abundaban el guanaco y los jaguares. Iban bien provistos de armas y de alimentos, pues la excursión iba a ser larga a causa de la distancia que separaba la tribu del bosque al que se dirigían. Fueron días muy felices los que pasaron Capibara y Guairá tratando de conseguir las mejores piezas de caza, haciendo el mayor despliegue de astucia, de inteligencia y de viveza, acuciados por su espíritu guerrero y batallador. Muy contentos hubieran regresado a la toldería si un acontecimiento nefasto y de tanta importancia para ellos no hubiera llenado de congoja a los cazadores.
Sin saber cómo, ni cuándo, ni dónde, la guayaca, que colgaba del cuello de Capibara y contenía el mágico payé había desaparecido. Tal vez, en el entusiasmo de la caza, al pasar por 1os intrincados senderos que debían abrir en la selva, debió quedar enganchada entre las ramas de los árboles o de las plantas que, tupidas, crecían allí. Capibara llegó desfalleciente, con una pena muy honda en su corazón y una falta absoluta de confianza en sus fuerzas, sólo explicables si se tiene en cuenta la fe inquebrantable que tenía en las propiedades mágicas del amuleto perdido. Desde ese día se vio desmejorar a1 cacique, y todos pensaron que Ñañá Taú iba a lograr, por fin, lo que se propusiera durante tanto tiempo sin conseguirlo: la muerte del odiado Capibara, que enfermó de un mal extraño.
Su hijo vivía desesperado. Trató de inmediato de hacer buscar otro payé para su padre, otras tres plumas del ala del caburé o del urutaú; pero hasta e momento no lo había conseguido. Resultaba tan difícil lograrlo, que eran muy pocas las personas privilegiadas que lo poseían. No desfalleció el muchacho y salió él mismo en busca del ansiado talismán.
Antes de partir, al despedirse de su padre, le dijo confiado:
- Trata de mantenerte hasta mi vuelta, padre... Yo buscaré y traeré para ti el payé que reemplace el que perdiste en la selva. ¡No desesperes, padre, que mi cariño me ayudará a conseguir lo que tanto deseas!
Capibara lo dejó partir; pero su desesperanza era tan grande que tuvo el convencimiento del fracaso de los buenos deseos de su excelente hijo.
Pasaron varios días. El cacique desmejoraba con rapidez y ya no había nada que lo levantara de su postración, hasta que un amanecer, cuando la vida renacía en la tierra, Capibara perdió la suya, yendo su alma a reunirse con las de sus antepasados.
Momentos antes había llamado a su esposa para decirle:
-Siento que me voy a morir... Y no volveré a ver a mi Curumí..
Dile a Guairá que mi último pensamiento ha sido para él y que en sus acciones seguiré viviendo...
No bien hubo pronunciado estas palabras, en un suspiro muy hondo, se extinguió la vida del cacique.
Algunos días después llegó Guairá sin haber conseguido el tan ansiado amuleto, y al enterarse de la fatal noticia de la muerte de su padre, su desesperación no tuvo límites.
Desde ese instante se 1o vio taciturno y silencioso, vagar por los lugares que recorriera tantas veces con el amado caclque.
En cierta oportunidad, no pudiendo resistir la pena que lo consumía, dijo a su madre:
-Madre, mi vida aquí es un martirio. El recuerdo de mi padre no me abandona y creo que voy a morir. Ñaña Taú, no conforme con su muerte, extiende su venganza hasta mí, a quien odia tanto como odiara a mi padre, sin duda por el gran cariño que él me tenía… Buscaré alivio a mi gran dolor en la naturaleza… Remontaré el río en mi canoa y trataré de hallar la paz que aquí me falta… Después volveré…
Nada dijo la madre; pero la pena se pintó en su rostro moreno. Guairá desató las amarras de su guaviroba, se embarcó en ella, y en un atardecer de verano, se alejó por las aguas del Paraná en busca de alivio para su pena. Navegó varios días, sin noción exacta del lugar adonde deseaba llegar.
Sus ojos, incapaces de gozar de la belleza que lo rodeaba, miraban sin ver. Cuando en un momento de lucidez trató de orientarse, se sorprendió. El lugar donde se hallaba le era completamente desconocido y no sabía qué rumbo tomar.
De pronto creyó ver una figura borrosa, que surgía de entre las plantas de la orilla para desaparecer de inmediato, luego de haber atraído hacia ese lugar a la frágil canoa.
- ¡Es Ñañá taú, que ni siquiera acá, me permite vivir en paz! ¡Su maldad no tiene límites!
Trató de cambiar el rumbo de la canoa volviendo en la dirección que traía al llegar; pero le fue imposible. No pudo hacerla retroceder a pesar de sus esfuerzos inauditos.
La guaviroba, contra su voluntad, seguía adelante...
En un momento Guairá se sintió perdido. Había llegado a un lugar alto, cubierto de rocas erizadas. Volvió a reunir todas sus fuerzas para detener, por lo menos, la embarcación; pero su empeño fue en vano.
La canoa y su ocupante cayeron al vacío seguidos por una gran avalancha de agua que 1os envolvió, arrastrándolos con su empuje arrollador, deshaciéndolos contra las piedras, y cubriendo el grito lanzado por el infeliz Guairá, con el atronador estrépito del torrente despeñándose en el abismo. Así se formó el salto del Guairá, tan peligroso e imponente por ser el producto del odio y del rencor de Ñañá taú, el maléfico genio guaraní.
Los llamados Saltos del Guairá en Paraguay y Sete Quedas en Brasil no existen más, los tapó el agua del progreso (la Represa de Itaipú), y si el río está muy pero muy bajo se ve sólo la punta de ese peñón. La siete caídas están debajo del lago de Itaipú.
EL CABURÉEl caburé es una pequeña ave de rapiña. De plumaje color pardo con manchas blancas, más visibles en el pecho, tiene dos manchas oscuras en la parte superior del cuello. Sus patas son fornidas y la cabeza grande es desproporcionada con relación al resto del cuerpo.
Su mirada es feroz y serena y con ella cautiva a otras aves, a las que mata para devorarles las entrañas y la cabeza. Sobre la base de esta virtud de dominar a las otras aves, a las que atrae e hipnotiza, las gentes sencillas y supersticiosas le adjudicaron poderes magnéticos que hicieron extensivos a los hombres. Así afirmaban que el caburé o sus plumas, muy difíciles de conseguir, atraían los buenos acontecimientos al que llevara consigo tres de dichas plumas, librándolo de todo peligro y asegurándole éxito en las empresas. A este amuleto los guaraníes lo llamaban payé y los quichuas huacanque o guacanque.
Atahualpa Yupanqui
Caminito del indio,
sendero coya
sembrado de piedras.
Caminito del indio
que junta el valle
con las estrellas.
Caminito que anduvo
de sur a norte
mi raza vieja
antes que en la montaña
la Pachamama
se ensombreciera.
Cantando en el cerro
llorando en el río,
se agranda en la noche
la pena del indio.
El sol y la luna
y este canto mío
besaron sus piedras,
camino del indio.
En la noche serrana
llora la quena
su honda nostalgia.
Y el camino sabe
cuál es la coya
que el indio llama.
Se levanta en la noche
la voz doliente
de la baguala.
Y el camino lamenta
ser el culpable
de la distancia.
Poema de los Quichua Amazónicos Muñeco de trapo Brinca hacia acá, muñeco de trapo, Sal por allá, muñeco de trapo, Brinca por allá, niño de trapo. Brinca por acá, Tabalo, (Poema jocoso referido al juego que los nativos realizan con el Chaucha Huahua o muñeco de trapo que simboliza la fertilidad y se acostumbra a colocar en la cama entre los recién casados). |
En el México antiguo al perro lo llamaban itzcuintli. Aún hoy a los niños se les llama escuincles, por juguetones.
Se supone que junto con los primeros pobladores que cruzaron el estrecho de Behring, llegaron los primeros perros a nuestro continente.
Las dos razas más famosas de perros mexicanos fueron lampiñas o pelonas, de piel arrugada y color cenizo.
Por eso se cuenta que los antiguos los colocaban a dormir sobre partes doloridas, a fin de curar el reumatismo o calentarse los pies. Dicen que el calor de los perritos calmaba los dolores de los enfermos.
Uno de ellos, de tamaño mediano, es el xoloitzcuintli, que significa perro monstruoso.
También se le llama perro mudo porque no ladra. Los otros, llamados techichi, eran pequeños, de patas cortas.
Nacían con pelo, pero después los depilaban untándoles ungüento de trementina. Los criaban como animales domésticos y los hacían engordar. Su carne se vendía en el tianguis. Los españoles la consideraban tan sabrosa que cambiaban piezas de res por esos animalitos. Así se extinguieron.
Como era el animal más apegado a la familia y fiel a su dueño, se le sacrificaba a la muerte del amo para que su alma acompañara a la del difunto. Se suponía que de esta manera le facilitaba el difícil camino al Mictlan o mundo de los muertos.
Romance en lengua de indio mexicano
Cada noche que amanece
quanto saco mi biscucho
las presco piento poscando.
Onas pillacas latrones
que me lo estaban mirando
que me bay tieso con dieso
mi carañona poscando.
Alcon diable se lo dijo
como me estaba pupado,
me rompieron mi poxento,
serradura con candado:
Y ortado mis callos tres
que un año que me a criado
para ir mi copempernasion
do estado mi marquesado.
Quanto tomo esporision
lo an de comer mis pasallo
questo mi primo el marques
tenemos ya gonguistado.
Y todos los pisorrey
la provision me lo han dado
qui todo el corregidor
por mi mano an de pasado.
Y me ponga orca y cuchillo
para que pien castagado
estén todas los pillacos
que mi mantado no aco.
Si ai las cojo los latrones
que an ortado los mis callos
por vida de Don Felipe
se sas tripa de sacallo.
Que aunque sea hecho chismole
yo conosere mis callos,
que ono permejo es,
otro como rosio blanco.
La otro mi callo es prieto,
so cabes colorado,
que mi sorrado ocho dias
para mercar estas callo.
Ya no lo tengo remedio,
no es pueno si me a horcado
mas pale tenco pasiencia
qui a diablo se lo ha llevado.
Yo me ire en el probisor
y ante ella me querellado,
para que me paporesca
condra dodos los culpados.
Y me manta dar so carta
para que descomulgado
estén los pillacos todos
que comido de mis callos.
Yo no cate la deguela
apagado con agua de jarro,
porque su almina lo lleve
con el infierno del diablo.
Y estos billacas parsande
que mi sacado al tabrado
no ay respeto a la bersona
que dicen yo soy Don Pablo.
Y mi mujer Polonilla
que es una santa cristiano,
que quando se va a la misa
lleva rosario en la mano.
Luego se puelpe a su casa
mi comita aderesando,
y pajando su miscueso
zas ijo esta totrinando.
Tanto tiene atreviemiento
que ya me tiene afrendando,
no hay justicia de la dierra
que lo orque estas pillacos.
O, joro a quien me pario
y por vida de Don Pablo,
que su cabesa y miscueso
la horca a destar clabado.
LA FLOR Y EL CANTO
Brotan las flores,
están frescas, medran,
abren su corola.
De tu interior salen las flores del canto:
tú, oh poeta, las derramas sobre los demás.
(Cantares Mexicanos , f. 33 v. , lin. 19 s. Anónimo de Chalco)
En Español | En Náhuatl |
La Amistad Ante Todo He aquí: que sean tres nuestras flores, ¡Acaban con nuestro hastío, con nuestra pesadumbre! Oh amigos míos, daos gusto: no en todo tiempo en la Tierra: ¡Solamente plenamente dará resultado la amistad! | Iz Catqui Tla Yetetl Iz catqui tla yetetl toxochio Ayhuaye ihuan tocuic quipolohua telel ah in totlaocol in. Ohuaya Ohuaya Yya tocnihuan Aya xon ahuiyacan ah mochipa tlalticpac zan cen on quizaz in icniuhyotli Ohuaya Ohuaya |