La arquitectura se suele identificar con las grandes obras y edificios emblemáticos, tanto del presente como del pasado. Con los grandes nombres, los creadores de tendencias, los mejores artistas o los que han llevado la tecnología a sus más altas cotas con la construcción de los nuevos e impresionantes rascacielos.
A la arquitectura que más cuenta, la del día a día, que da lugar a las viviendas donde habitamos casi todos nosotros, muchas veces, ni siquiera se la considera arquitectura. Es algo para salir del paso, un trabajo rutinario para ganarse bien la vida y no un campo donde la inteligencia, la brillantez y el esfuerzo del arquitecto se puedan desarrollar en plenitud o tengan una significancia importante.
Un edifico de viviendas plantea sin embargo un reto considerable si lo que se pretende es acercarse todo lo posible a la solución óptima. No es algo que se pueda diseñar de manera aislada de su entorno y su contexto, se ve sometido a múltiples condicionantes, que todo arquitecto digno de ese nombre debe conocer, valorar y aplicar para lograr que el objetivo principal de la obra, viviendas confortables, asequibles, adaptadas a la demanda social y duraderas se consiga con el máximo de eficacia.
La composición de la sociedad ha cambiado radicalmente durante los últimos cuarenta o cincuenta años, del famoso baby boom, en el que casi todo eran familias numerosas, se ha pasado a un entorno donde los componentes sociales se han diversificado, familias de pocos miembros, jóvenes que quieren independizarse, jóvenes parejas, personas divorciadas, parejas o personas mayores que viven solas, mujeres separadas con uno o dos hijos, o también solas, etc.
En la mayoría de las grandes ciudades existen núcleos de viviendas procedentes de los años 50 o 60, grandes, destartaladas y que han envejecido mal, muy deterioradas, pues se construyeron en la mayoría de los casos empleando materiales de baja calidad y acogiéndose muchas veces a subvenciones oficiales que pretendían fomentar la construcción de viviendas asequibles para dar respuesta a la creciente demanda desde los estratos sociales menos favorecidos, clases media baja y obrera principalmente.
Estos núcleos han dado lugar muchas veces a zonas que en la actualidad se pueden considerar marginales aunque tengan un buen emplazamiento dentro de la ciudad, muchas viviendas vacías, ocupadas por los ancianos supervivientes de aquellas familias numerosas, o arrendadas a precios muy bajos y poco rentables para sus propietarios. Todas ellas demasiado grandes, con distribuciones extrañas, deterioradas e inadecuadas a los tiempos actuales.
Mi pregunta sería, ¿Cómo afrontar estos problemas y qué tipologías de vivienda serían las adecuadas para la sociedad actual?