LA IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN MORAL Y ESPIRITUAL DE LOS HIJOS, DE LOS NIÑOS:
Aunque los niños son puros e inocentes, también tienen inclinaciones negativas. Por eso, necesitan una educación que sea amorosa y pacientemente les inculque normas morales. Una educación espiritual y moral adecuada les ayuda a manejar sus inclinaciones naturales y canalizarlas debidamente.
Aprender a leer y escribir, a realizar operaciones matemáticas y adquirir otras destrezas y contenidos académicos es muy importante para el desarrollo de nuestros hijos; sin embargo, desarrollar cualidades morales, tales como la veracidad, la honestidad, la justicia, el amor, la cortesía, el perdón, y la generosidad es mucho más importante, ya que asegura, que al crecer, nuestros hijos utilizarán todos los conocimientos y capacidades que hayan desarrollado para aportar al bienestar de la humanidad, y no para hacer daño. Cuando la educación académica y la educación moral se combinan adecuadamente, el resultado es “luz sobre luz”.
Una educación moral eficaz necesariamente va ligada a una educación espiritual, ya que la motivación más fuerte para actuar
de una manera moral nace del amor a Dios, del deseo de complacerle, y del temor de hacer algo que podría desagradarle y romper la conexión espiritual que se experimenta al vivir ese amor. Se puede ayudar a los hijos a comprender estos conceptos por medio del siguiente ejemplo. Si comparamos el amor de Dios con los rayos del sol que nos calientan en un día frío, nuestras
malas acciones son como las nubes que tapan el sol, haciendo que sintamos frío. Puesto que no queremos sentir frío, no nos
gustarán las nubes. De manera parecida, una vez que experimentemos el amor de Dios en nuestra vida, no querremos hacer nada que lo bloquee y haga que no lo sintamos. Por eso, Bahá’u’lláh exhorta:
Cuando nos esforcemos en la educación espiritual de los hijos, ésta elimina la necesidad de una disciplina drástica, ya que una
educación espiritual adecuada despierta el deseo de actuar bien en cualquier situación , basado en el amor y obediencia a Dios y a los padres. Una educación tal incluye la enseñanza de oraciones, el amor a Dios y el temor a Él, así como el desarrollo de cualidades morales. Esta educación será especialmente eficaz si va acompañada por un amor profundo entre nosotros y nuestros hijos.
Bahá’u’lláh aconseja:
El ejemplo de los padres:
Todos amamos a nuestros hijos y deseamos lo mejor para ellos. Hasta es natural que deseemos que tengan una vida mejor de lo que ha sido la nuestra. Sin embargo, con respecto a lo que es el desarrollo de cualidades y prácticas espirituales, el mejor maestro es el ejemplo. No basta que demos buenas recomendaciones a los hijos. Nosotros mismos necesitamos esforzarnos por practicar lo que estamos recomendando.
Bahá’u’lláh exhorta:
“Tened cuidado, oh pueblo, de ser de aquellos que dan
buenos consejos a otros, pero olvidan seguirlos ellos mismos. ”
Los niños aprenden principalmente por la imitación. Todo lo que viven, miran y escuchan en el ámbito familiar se graba en su ser interior y, tarde o temprano, tiende a manifestarse. Por eso: Si queremos que nuestros hijos confíen en el poder de la
oración, nosotros necesitamos orar con confianza.
Si queremos que digan la verdad, nosotros necesitamos ser veraces y evitar hasta las mentiras piadosas, así como expresiones basadas en falsedades, tales como:
“Si no me obedeces, te comerá el coco. ”
Si queremos que estén libres de la murmuración, debemos tener cuidado de no murmurar, criticar a los demás.
Si queremos que se lleven bien con personas de diferentes razas, regiones, países y religiones, nuestras palabras y actos tienen que demostrar que consideramos a toda la humanidad como una sola familia.
Si queremos que tengan una actitud de servicio, nosotros necesitamos servir.
Si queremos que ellos no consuman alcohol, nosotros no debemos consumirlo.
No importa con cuánto empeño enseñamos cualquiera de estas cualidades o conductas a nuestros hijos, si no nos esforzamos
por practicarlas nosotros mismos, no es de esperar que los hijos hagan caso de nuestras palabras.
La práctica de estas cualidades y conductas tiene que ser una parte íntegra de nuestra forma de ser. No basta con sólo practicarlas cuando estamos con los niños por el bien de ellos, y descuidarlas cuando pensamos que ellos no se darán cuenta.
Los niños son mucho más listos de lo que pensamos, y tarde o temprano se dan cuenta de la realidad. Si descubren que ni
siquiera tratamos de practicar lo que les recomendamos, ya no nos tendrán confianza y perderemos su respeto.
Sin embargo, el simple hecho de dar un buen ejemplo no es suficiente. Para que nuestros hijos desarrollen cualidades y conductas positivas, necesitamos hablarles de la importancia de estas cualidades y ayudarles a comprender la razón de practicarlas Por otra parte, practicar cualquier cualidad positiva exige un esfuerzo. Por eso, los hijos necesitan ser motivados para practicarlas. Puesto que la motivación más grande es el amor, necesitamos inculcar en ellos el amor a Dios y también cultivar una relación amorosa entre ellos y nosotros. Entonces, este amor les motivará para hacer el esfuerzo por practicar las
cualidades y les dará la fuerza necesaria para resistir las presiones de la sociedad que tratan de hacerles actuar de otra manera.
Cuando los niños son pequeños, es el amor a los padres lo que les motiva a obedecer de buena voluntad. Por eso, los padres
deberían aprovechar este hecho para inculcarles buenos hábitos.
Según los hijos progresivamente se independizan y toman sus propias decisiones, es el amor a Dios y el conocimiento de Sus
leyes y enseñanzas los que motivarán sus buenas acciones. Si han desarrollado este amor y este conocimiento, responderán a la exhortación de Bahá’u’lláh: “Obedeced mis mandamientos por amor a mi belleza. ”
ORAR CON LOS HIJOS
Las oraciones tienen un poder especial que toca las almas de los niños, aun cuando no entiendan el significado de las palabras. Por eso, es importante orar por los niños desde los días más tempranos de su vida. Más bien, desde el momento de darse cuenta del embarazo, el padre, y especialmente la madre, deben orar por el desarrollo espiritual, mental y físico del niño.
Una vez que nazca, la madre debe orar con su bebé en momentos de tranquilidad y felicidad; por ejemplo, a la hora de
darle de mamar y a la hora de acostarle. ‘Abdu’l-Bahá aconseja:
“Que el amor de Dios llene su ser interior, mezclado con la leche de la madre. ”
“Cuando los niños estén para acostarse, que la madre cante o lea para ellos las odas de la Bendita Belleza
(Bahá’u’lláh) o de cualquier creencia religiosa, que cada cual crea, para que desde sus años más tempranos sean educados por estos versos de guía. ”
Una vez que los niños comienzan a hablar, se les puede enseñar a repetir oraciones y luego enseñárselas de memoria.
Según ‘Abdu’l-Bahá, los “niños son como plantas jóvenes, y enseñarles las oraciones es como permitir que la lluvia se derrame sobre ellos, para que crezcan tiernos y frescos. ”
Las oraciones que se encuentran en las Escrituras Sagradas, tales como “el Padre Nuestro” y las oraciones reveladas por
Bahá’u’lláh y ‘Abdu’l-Bahá, tienen un poder especial capaz de transformar los corazones.
Si la familia puede fijar una hora en que todos puedan orar juntos, esto fortalecerá la unidad familiar. Además, si los niños
observan que sus padres se vuelven hacia Dios, como una respuesta natural cuando surgen problemas de cualquier tipo, aprenderán a hacer lo mismo, y a confiar en Dios como su mejor amigo.
Aprendan
DEMOSTRAR AMOR A LOS HIJOS
“Estos niños deben ser criados con infinito, con amoroso
cuidado, y tiernamente nutridos en los brazos de la
misericordia. ”
El amor y el cariño son tan importantes para el bienestar de los niños como lo es la comida. A los bebés, aun cuando se
atienden bien sus necesidades físicas, si no se les da muchos abrazos o cariño, se atrasan en su desarrollo. Tardan en aprender a sentarse, a caminar, y a hablar. Se enferman con más frecuencia que otros niños y un mayor número mueren.
Simplemente el hecho de alzar y abrazar a un bebé y decirle algunas palabras cariñosas cada vez que entra a su habitación,
mejora su desarrollo.
A los bebés, se expresa el cariño principalmente por medio del contacto físico, los besitos y las caricias. Mientas se les abraza,
se les puede besar suavemente. Y mientras se les da a mamar, se les puede cantar oraciones. También se comunica el amor al bebé al hablarle con palabras cariñosas y al jugar con él y hacerle reír.
Los niños mayores también necesitan de cariño y amor. El niño que se siente querido tiene mayor confianza en sí mismo. Por lo
tanto, tiene mayor valor para probar cosas nuevas y aprenderlas.
Se expresa el cariño a los niños mayores de varias formas:
1) Por medio del contacto físico: con un abrazo, o una palmadita.
2) Tomando tiempo para charlar con ellos, prestando atención a lo que ellos quieren contarle.
3) Haciendo cosas agradables juntos: jugando con ellos, invitándoles a acompañarle cuando hace ciertos mandados o tareas, y haciéndoles sentirse especiales.
Cuando existe un amor profundo entre padres e hijos, los niños no quieren hacer nada que entristecería a sus padres.
Por eso, están más abiertos a la guía y los consejos que los padres les dan.
GUIAR A LOS HIJOS
‘Abdu’l-Bahá explica que: “El ser humano es, en realidad, un ser espiritual, y solamente cuando vive en espíritu es, en verdad, feliz. ”
Si queremos que nuestros hijos vivan felices, necesitamos enseñarles tanto el amor a Dios como el buen comportamiento.
Para enseñar una buena conducta a nuestros hijos, se recomienda seguir los siguientes pasos.
1) Definir concretamente la conducta positiva que deseamos: hacer la cama, compartir los juguetes, decir “por favor” y “gracias”, decir oraciones en la mañana al levantarse.
2) Estar atento a momentos cuando el niño hace algo que muestra la conducta deseada, por breve que sea esa
conducta.
3) Felicitar al niño por lo que ha hecho. Al felicitarle, es importante hacer referencia concreta a lo que ha hecho bien.
NO digan: “Te portaste bien con tu hermana,” porque no le comunica claramente lo que ha hecho que le gusta.
Mejor DIGAN: “Me hizo feliz cuando invitaste a tu hermana a jugar contigo, y le dejaste escoger el juguete que quería. ”
TAMPOCO usen palabras que convierten la felicitación en una crítica indirecta; por ejemplo: “ ¡Estoy muy feliz
que limpiaste tu cuarto, por un cambio ! ”
4) Si piensa que es necesario, puede dar una breve explicación de la razón que la conducta mencionada es positiva y por qué le gusta que se comporta así.
5) Luego, pasar unos minutos jugando con su hijo o haciendo otra cosa que le gusta, prestándole atención Después de felicitar al niño, él se siente bien acerca de sí mismo. Por eso, prestará atención a la explicación que damos acerca de las razones que determinada conducta es positiva, lo que lo hace más probable que lo repetirá. En cambio, después de recibir un regaño, el niño se siente mal y está a la defensiva.
Por eso, explicarle en ese momento cómo debe comportarse tiene poco efecto.
Por otra parte, a todos los niños les gusta recibir atención de sus padres. Por eso, cuando dejamos pasar sin comentario su
buena conducta, y le llamamos la atención y le damos todo un sermón cuando se porta mal, a veces el niño recurre al mal
comportamiento como medio de conseguir la atención.
En resumen, para guiarle a una conducta positiva, debemos felicitarle, darle explicaciones y pasar tiempo con él cuando se
comporta bien. En cambio, cuando se comporta mal, debemos corregirlo con calma, sin permitir que el niño se vuelva el centro
de atención.
LA LIMPIEZA
POR QUÉ NO SE PONEN SUS VESTIDITOS MÁS BONITOS?
Tubá Khánum, una nieta de Bahá’u’lláh, relata lo que, como
niña, recuerda de Bahá’u’lláh.
Nosotros, los niños, considerábamos a Bahá’u’lláh como otro padre amoroso; a Él llevábamos todas nuestras pequeñas dificultades y problemas. El mostraba interés en
todo lo que nos preocupaba…
Siempre era puntual y le encantaba la delicadeza y el orden.
Fue muy particular y refinado en sus arreglos personales y le gustaba ver a todos bien arreglados, y vestidos tan bonito
como fuera posible. El refinamiento era para Él especialmente deseable.
“ ¿Por qué no ponen sus vestiditos más bonitos? ” nos solía
decir.
‘Abdu’l-Bahá afirma: “En cada aspecto de la vida, la pureza y la santidad, la limpieza y el refinamiento, exaltan la condición humana y promueven el desarrollo de la realidad interior del hombre. ”
“Aunque la limpieza corporal es un aspecto físico, tiene, sin embargo, una poderosa influencia en la vida del espíritu.
Es como una voz maravillosamente dulce, o una melodía q ue se interpreta; aunque los sonidos son sólo vibraciones del aire que afectan el nervio auditivo del oído,... Ved cómo conmueven el corazón.... El significado es que la limpieza física también produce efecto en el alma humana. ”
Por eso, desde pequeños, debemos guiar a los niños para que desarrollen el hábito de lavarse las manos (antes de hacer oraciones, antes de comer y después de usar el baño), lavarse los dientes (después de las comidas), limpiarse y cortarse las
uñas, bañarse, limpiarse la nariz y los oídos, entre otros. Para desarrollar estos hábitos la constancia es necesaria.
Debemos ayudar a los niños a comprender que la limpieza tiene tanto una dimensión espiritual como una dimensión física.
Bahá’u’lláh ha descrito al cuerpo como “el trono del espíritu”.
Por eso, una forma de mostrar respeto a nuestro espíritu consiste en mantener al cuerpo limpio y presentable. Además
de proteger al cuerpo de las enfermedades, la higiene aporta al desarrollo de cualidades espirituales, ya que se relaciona con
cualidades tales como el refinamiento, la sensibilidad, la delicadeza y la atracción a la belleza.
Por otra parte, no sólo necesitamos inculcar en los hijos la higiene, sino también la pureza mental. Mediante nuestras conversaciones con ellos, debemos ayudar a los hijos a tener pensamientos puros y elevados, llenándose de aspiraciones
por aportar al bienestar de la humanidad. A la vez, debemos vigilar los programas de televisión que miran los hijos, las
canciones que escuchan y otros estímulos que a menudo llenan sus mentes con pensamientos que vienen de la naturaleza inferior del ser humano.
LA VERDACIDAD: LA BASE DE TODAS LAS VIRTUDES
EL LADRÓN HONRADO
Una vez en un pueblo pequeño había un ladrón. Pero robó una vez demasiado y el dueño de casa le atrapó. El ladrón temblaba de miedo que se le iba a entregar a la policía. Pero el dueño de casa le ofreció una alternativa.
“Te dejo libre,” le dijo, “bajo una condición. Que desde este día en adelante te comprometes siempre decir la
verdad. ”
Con gran alivio, el ladrón aceptó esta propuesta y prometió solemnemente siempre decir la verdad. Hasta
pensó a sí mismo: “ ¡Que tonto! Ni me pidió que no volviera a robar; sólo que dijera la verdad. ”
Algunos días más tarde, apareció una oportunidad en que fácilmente podría hacer un robo. Pero mientras hacía sus preparativos, el pensamiento le ocurrió. “Y si en camino para hacer el robo me encuentro con el señor y él me
pregunta: ‘ ¿Adónde voy? ’, tendría que decirle que voy camino para cometer un robo. Y peor si le encuentro
después de haber hecho el robo y me pregunta: ‘ ¿Qué acaba de hacer? ’ Y aunque tengo la suerte de no encontrarle ni en la ida ni en el regreso, seguramente le volveré a encontrar en el curso de la próxima semana, y si en ese momento me pregunta si he vuelto a robar, también tendría que decirle la verdad. ”
Entonces, el ladrón se dio cuenta que era imposible ser veraz y seguir robando, y que más bien la veracidad servía como un escudo contra todas las malas acciones Entre todas las buenas cualidades que necesitamos enseñar a nuestros hijos, tal vez la veracidad es la más importante.
Bahá’u’lláh explica:
“La veracidad es la base de todas las virtudes humanas.
Sin veracidad, el progreso y el éxito, en todos los mundos de Dios, son irrealizables para cualquier alma. Cuando este atributo santo se encuentre arraigado en el hombre, todas las cualidades divinas serán también adquiridas. ”
demostrando cómo afrontar situaciones incómodas diciendo la verdad y evitando la mentira.
A pesar de nuestros esfuerzos, puede ser que nuestro hijo o hija miente. Entonces, ¿Qué podemos hacer?
Hay que concientizarle de que mentir es peor que cualquier otra falta que pudiera haber cometido. Por eso, si ha
cometido alguna otra falta, es mejor que la reconozca, en vez de empeorar las cosas con la mentira. Luego, si dice la
verdad en una situación así, debemos felicitarle por su veracidad, en vez de castigarle por la falta cometida; aunque
podemos concretizarle para no repetirla.
Hacerle memorizar citas sobre la veracidad y reflexionar sobre las consecuencias que puede traer la mentira.
Relatarle cuentos o historias que recalcan la importancia de la veracidad y las consecuencias de la mentira. Una vez que ha comprendido que no es bueno mentir, pedirle que le explique por qué .
Hacerle decir la verdad a la persona a quien ha mentido Es muy importante que, desde pequeño, el niño aprenda a asumir
la responsabilidad por sus actos y las consecuencias de estos.
Por eso, cuando es posible, debemos hacerle enmendar su error, diciendo la verdad a la persona a quien haya mentido, devolviendo cualquier cosa que haya tomado sin permiso, etc. Si no es posible enmendar el daño hecho, por lo menos debe pedir perdón y comprometerse no volver a repetirlo.
El practicar la sinceridad y la honestidad consigo mismo y con los demás es como encender el motor para el progreso del alma.
EVITAR LA MURMURACIÓN
Hubo una señora que quería desarrollarse espiritualmente, pero tenía el mal hábito de la murmuración. Por eso, buscó el consejo de un hombre sabio.
El sabio le dijo: “Vaya al mercado y compre un pollo. Mientras camina de regreso a su casa, saque las plumas finas del pollo y tírelas a la calle. Luego, venga a verme. ”
La señora se sintió sorprendida por tales instrucciones, pero las llevó a cabo. Luego, volvió a visitar al sabio.
“Muy bien,” le respondió. “Ha hecho bien la primera parte de la tarea. Ahora viene la segunda parte. Vuelva al mercado y
en el camino, recoge todas las plumas que tiró en el camino ayer. ”
“ ¡Eso es imposible! ” protestó la señora. “El viento ha llevado las plumas a todas partes. Jamás podría recogerlas. ”
“Así es,” respondió el sabio. “Igual sucede cuando hablamos de los demás. Las palabras se van de boca a boca y es imposible parar estos comentarios negativos una vez que comiencen. Lo mejor es no comenzar; no hablar nunca mal de ninguno. ”
La murmuración consiste en hablar sobre otras personas cuando no están presentes, comentando sobre sus malas acciones; es
decir, criticar, “chismear” o especular sobre los actos y vida de alguien en su ausencia. Aun cuando lo que se cuenta es la verdad, no debemos hablar de ello si es negativo.
La murmuración es una enfermedad social muy dañina: para el que murmura, para los que escuchen, y para la víctima de la
murmuración. Bahá’u’lláh habla del daño a la persona que murmura, recalcando que “ la murmuración apaga la luz del
corazón y extingue la vida del alma. ”
Por su parte, ‘Abdu’l-Bahá explica su efecto en la comunidad, explicando: “Si algún alma habla mal de un ausente, el único resultado será claramente éste: enfriará la devoción de los amigos y tenderá a volverlos indiferentes. Pues la murmuración divide, es la principal causa, entre los amigos, de la inclinación a apartarse. ”
Ya que la murmuración es un hábito muy difundido en la sociedad, los padres necesitamos hacer un esfuerzo especial por enseñar a nuestros hijos desde pequeños a no murmurar.
TOMAR TIEMPO PARA CONVERSAR CON LOS HIJOS
Si queremos ayudar a nuestros hijos a desarrollar cualidades espirituales, necesitamos saber lo que ellos piensan y sienten, y
necesitamos compartir nuestros pensamientos y valores con ellos, comunicándolos de una manera que tenga un efecto en los niños. Cuánto más conversamos y compartimos con nuestros hijos, más natural será este intercambio y más influencia podremos tener en ellos.
Hay que establecer el hábito de la conversación entre padres e hijos, cuando los niños son pequeños. A esa edad generalmente les encanta hablar y demasiado a menudo somos los padres que no prestamos atención a lo que están diciendo y los callamos. Pero si no formamos el hábito de conversar con nuestros hijos cuando son pequeños, no hay que esperar que ellos compartan sus quehaceres y problemas con nosotros cuando sean adolescentes.
Si nuestros hijos no tienen la costumbre de compartir, nosotros podemos tomar la iniciativa de comenzar la conversación. Por
ejemplo, cuando los hijos son pequeños, si salimos con ellos, simplemente podemos comentar las diferentes cosas que
vemos en el camino. También podemos hacerles preguntas con el fin de saber sus ideas.
Algunas preguntas, tales como: “ ¿Qué piensas: por qué se mueven las nubes? ” sirven para hacerles pensar. Luego de escuchar sus ideas, podemos explicar un poco más sobre el tema.
Otras preguntas sirven para sensibilizarles sobre el efecto de la conducta, tales como: “ ¿Por qué será que tus compañeros no
juegan con Jaime? ¿Cómo piensas que siente él? ”
Al conversar con los hijos, el propósito principal es fortalecer los lazos que nos unen con ellos, para que exista más confianza.
Entonces, será más probable que los hijos compartan sus preocupaciones con nosotros cuando se encuentran en problemas. También es más probable que tomen en cuenta los consejos que les damos.
Por eso, al hablar con nuestros hijos, recordemos que Bahá’u’lláh explica que todas las palabras están dotadas de espíritu y tienen influencia en el mundo. Él aconseja:
“Debería hablar principalmente con palabras tan suaves como la leche, para que mediante ellas se nutran y se
instruyan los hijos de los hombres y puedan lograr el objetivo último de la existencia humana, que es la posición
del verdadero entendimiento y la nobleza auténtica. ”
Den algunos ejemplos de cómo hablar con “palabras suaves como la leche”, y contrástenlo con ejemplos de
maneras en que no se deben hablar con los hijos.
Alentar a los niños por sus buenas acciones
‘Abdu’l-Bahá aconseja: “Los niños deben ser... Alentados constantemente, para que estén deseosos de ganar todas
las cimas de la realización humana. ”
No sabemos cuán grande es la capacidad de cada uno de nuestros hijos, tanto para desarrollar cualidades espirituales, como para desarrollar talentos artísticos o deportivos, o capacidades profesionales. Lo que creemos que ellos sean capaces de hacer influirá grandemente en lo que realmente logran, porque ellos responden a las expectativas que tenemos de ellos. Si creemos que son capaces, responderán desarrollando capacidad. Pero si creemos que son torpes o malos, se volverán peores.
Por eso, para alentar a nuestros hijos, o cualquier otra persona, necesitamos fijarnos en sus buenas cualidades. Para ayudarnos a hacerlo, podemos memorizar la siguiente cita de ‘Abdu’l-Bahá:
“Si una persona tiene diez cualidades buenas y una mala, mirad hacia las buenas y olvidad la mala. Y si una persona tiene diez cualidades malas y una buena, mirad hacia ésta y olvidad las diez malas. ”
Además de fijarnos en las cualidades buenas de nuestros hijos, necesitamos comunicarles nuestra felicidad al verles practicando estas cualidades. ‘Abdu’l-Bahá aconseja: “Cuando una madre vea que su hijo se ha portado bien, que le alabe y le aliente y alegre su corazón. ”
Cuando el hijo ama a sus padres y se da cuenta que ha hecho algo que les hace feliz, le da gusto seguir actuando así. Por eso, cuando alabamos algo que ha hecho uno de nuestros hijos, debemos describir concretamente lo que nos gusta de lo que ha hecho; por ejemplo: “Me hizo muy feliz ver tu paciencia.
LOS CONSEJOS
No hay que esperar hasta que los hijos tengan un problema para darles un consejo. Lo mejor es prevenir, pero hacerlo de una forma natural. Por ejemplo, si no queremos que nuestros hijos tomen alcohol cuando lleguen a ser adolescentes, debemos comenzar a hablar sobre los efectos del alcohol y los daños que causa mucho antes de que tengan que enfrentar ese problema. De esta manera, es más probable que los hijos acepten nuestras ideas.
Para iniciar el tema, podemos aprovecharnos de cualquier cosa que pasa a nuestro alrededor relacionado con el alcohol; por
ejemplo, comentarios sobre una pelea provocada por el alcohol, o simplemente ver a unos jóvenes tomados pasar por la calle.
Usando este evento para introducir el tema, podemos preguntar a nuestro hijo: ¿Qué opinas sobre tomar?o ¿Qué problemas causa el tomar alcohol? Después de escuchar respetuosamente sus ideas, podemos explicar los daños que hace el alcohol, comentar las presiones para tomar que tendrá que enfrentar cuando sea mayor y expresar nuestra confianza de que tendrá la fuerza para resistir estas presiones y evitar el alcohol.
LA DISCIPLINA
Sin disciplina, la educación es incompleta. Es indispensable que exista la disciplina, tanto en el ámbito físico, como en el ámbito
intelectual y moral. El propósito de la disciplina moral es inculcar en el niño buenos modales y buena conducta, y enseñarle a evitar lo malo. Esto no se puede lograr eficazmente por medio del temor al castigo; más bien, el niño mismo necesita llegar a desear ser bueno y no malo. Entonces, él se esforzará para actuar bien en todo momento, dondequiera que vaya, y será susceptible a la corrección amorosa. Con el tiempo llegará a ejercer la autodisciplina y controlará sus propias acciones, motivado tanto por el amor a sus padres como por el amor a Dios.
Una disciplina efectiva implica tanto premio como castigo. Sin
embargo, Shoghi Effendi explica que “el amor y la bondad tienen una influencia sobre el carácter humano, mucho mayor que el castigo. ” Por lo tanto, una disciplina efectiva se basa en una combinación de amor y firmeza. Si demostramos amor a nuestros hijos, ellos nos corresponderán, queriendo complacernos, y les será más fácil cumplir con lo que les pedimos. Si sienten nuestro amor lo suficientemente, no querrán lastimarnos con su desobediencia.
Ya hemos indicado algunas prácticas que despiertan en los hijos el deseo de comportarse bien. Éstas incluyen:
Orar con ellos todos los días.
Enseñarles con nuestro ejemplo
Explicarles lo que esperamos de ellos, guiándoles para que sepan qué es bueno y malo, correcto e incorrecto.
Felicitarles cuando realizan acciones buenas, comentando concretamente lo que han hecho bien, y prestándoles
atención.
Algunos consejos más sobre cómo disciplinar para educar el carácter de nuestros hijos y favorecer un ambiente familiar
positivo incluyen:
Ayudarles a adquirir buenos hábitos, desde pequeños.
No ser arbitrarios; basar nuestras decisiones en enseñanzas espirituales y explicar las razones por la decisión. Evita frases, tales como: “Lo vas a hacer, porque yo te lo mando. ”
Siempre ser cariñosos, aun cuando hay que ser firmes.
Nunca pegar a un hijo, o insultarlo con palabras que le rebajen, tachándole de “mentiroso”, “flojo”, “malcriado”. Si le
hablamos así, él nos puede creer y se profundizará la conducta negativa.
Más bien, si tiene problemas se recomienda:
- Hablar a solas con él o ella.
- Usar castigos razonables que le hagan reflexionar; por ejemplo, enviarle a una parte de la casa donde pase un tiempo solo, quitarle privilegios, o guiarle para hacer algo para corregir el mal que ha hecho.
- Felicitarle cuando comienza a mostrar señales de mejora.
- Enseñarle a meditar sobre sus acciones cada día, fijándose en lo que ha hecho bien, y los errores que ha cometido, pensando en lo que puede hacer para mejorar.
Bahá'u'lláh: Significa "La gloria de Dios". Profeta Fundador de la Fe Bahá'í y la Manifestación de Dios para este Día. Nació Mírzá Husayn-'Alí el 12 de noviembre de 1817 a una familia de la nobleza del distrito de Núr en Mazindarán, Persia. Su madre fue Khadíjih Khánum y su padre Mírzá Buzurg-i-Vazír, un cortesano. Padeció cuarenta años de sufrimientos, encarcelamientos, tribulaciones, destierros y cautiverio. Era el Prometido del Báb. Falleció en la Mansión de Bahjí a la edad de setenta y cuatro años el 29 de mayo de 1892. En su Testamento. "El Libro de Mi Convenio". Bahá'u'lláh nombró a su hijo mayor, 'Abdu'l-Bahá como Sucesor e Intérprete autorizado de sus Enseñanzas. Los Escritos de Bahá'u'lláh son numerosos y pasan de 15. 000 Tablas ya coleccionadas.
'Abdu'l-Bahá: Literalmente significa el Siervo de la Gloria (Bahá). El Hijo mayor de Bahá'u'lláh. En el "Kitáb-i-Ahdi" (el Libro de Mi Convenio) Bahá'u'lláh lo nombró como el sucesor e Interprete autorizado de sus Escritos, el Ejemplo perfecto de su Fe y el Centro de su Convenio. Era también "la Más Grande Rama". Nació el 23 de Mayo de 1844 y falleció el 28 de Noviembre de 1921. Sus restos descansan en una bóveda en el Santuario del Báb sobre Monte Carmelo en Haifa, Israel.